viernes, 19 de septiembre de 2008

Palonegro.

La Guerra de los Mil Días
Luis Henrique Gómez Casabianca
Luishgc2005@yahoo.com
La Batalla de PalonegroEl 23 de abril de 1900, tras cinco meses de inmovilidad en Cúcuta, el ejército liberal se desplaza hacia el centro del país. Empero poco logra avanzar Vargas Santos con sus fuerzas, pues en las inmediaciones de Lebrija y Bucaramanga se encuentra frente a frente con las avanzadas del ejército conservador, el cual está decidido a cerrarle el paso.
"A fines de abril y principios de mayo -relata Martínez Landines- las fuerzas revolucionarias se movieron hacia las provincias de Soto y García Rovira y protagonizaron una serie de choques en varios puntos con los gobiernistas que se esmeraron en cortarles el camino. Las avanzadas y las guerrillas se enfrentan en Santurbán, Vetas, El Volcán, Pescadero, Los Arcos, Tona, Piedecuesta, Bucaramanga, El Romeral y San Lorenzo."
El día nueve se tiene noticia de que un contingente re volucionario ha avanzado sobre Lebrija.
El ejercito conservador emprendió marcha "por aquella cadena de páramos y alturas abruptas y salvajes que media entre Pamplona y Bucaramanga" (Martínez L). Cuando su campamento quedó establecido en Pamplona, por orden del General Casabianca, Pinzón organizó sus fuerzas para evitar toda sorpresa y también previendo la salida del enemigo, para que no lograra invadir Boyacá.
La línea de comunicaciones y aprovisionamiento del gobierno era entonces muy larga (su centro de apoyo era Bogotá); la de la revolución muy corta (su base era Cúcuta).
En los diversos puntos por donde han tratado pasar, las tropas de Vargas Santos encontraron siempre bloqueadas las abras, boquerones o pasos, por las superiores fuerzas de Pinzón; lo cual les cerró la vía a la provincia de García Rovira. Finalmente, la revolución, persiguiendo la vía Rionegro-Lebrija-Zapatoca, llegó al nudo de caminos que es la hacienda de Palonegr o.
Manda en las huestes conservadoras el prestigioso General Próspero Pinzón, secundado por el General Henrique Arboleda. En tanto las fuerzas liberales tienen a Vargas Santos como "generalísimo" y como jefes principales a los Generales Uribe Uribe, Benjamín Herrera, Rosario Díaz, Eugenio Sarmiento, Luís Ulloa, Rafael Leal y Horacio Díaz.
En las filas conservadoras se cuentan, entre otros, el General Arturo Dousdebés, el ayudante Eduardo Briceño, hijo del General Manuel Briceño, los Generales Ramón Acevedo, Luís María Gómez, Juan Francisco Urdaneta, Lázaro Riascos, el coronel Jesús María Sosa y muchos más.
Acerca de los efectivos no hay precisión. Al inicio de la batalla el coronel Flórez Álvarez calcula 7000 rebeldes y 9000 legitimistas. Según Henrique Arboleda, fueron 14000 rebeldes y 11443 legitimistas.
El General Casabianca siempre juzgó que el ejército liberal reunido en Palonegro ascendía a 8000 hombres. Uribe Uribe afirma que eran 7000. Según otro cálculo de Flórez Álvarez, las hostilidades pudieron iniciarse entre unos 6000 rebeldes y 9000 legitimistas; cifra que ascendería en el transcurso del enfrentamiento a 18875 conservadores y unos 7000 liberales. Atrás, en Cúcuta, ha dejado Vargas Santos unos 800 efectivos con el encargo de defender la plaza.
Los liberales llevan consigo varios cañones. Uno o dos traído de Venezuela por Foción Soto y cuatro más (con sus respectivos proyectiles de hierro), fabricados en Bucaramanga por unos ingenieros españoles.
"Palonegro es una arrugada meseta cortada en todas direcciones por zanjas y montículos. No es lugar favorable para una batalla." Allí se encuentra Vargas Santos con el ejército del General Pinzón. Y como señala Flórez Álvarez, "le toca aceptar el combate (…) lo elemental debiera ser que busque un terreno favorable a sus movimientos y coloque sus tropas en plan de batalla; no hace ni lo uno ni lo otro. Coloca en una extensa línea de cerca de 20 km -desde San Ignacio hasta Lebrija- su reducido ejército de 7500 hombres, sin dejar claros y sin que detrás de ellos sea posible ubicar las reservas indispensables. Esta prolongada línea es vulnerable en todas sus partes y su debilidad la deja amenazada de un rompimiento.
"A una línea tan dilatada y fácilmente vulnerable como la adoptada por Vargas Santos, Próspero Pinzón Le opone una similar. Fácilmente hubiera podido concentrar su tropa, romper la línea enemiga y destruir rápidamente a los liberales." (Villegas -Yunis).
El 11 de mayo se inicia la descomunal batalla.
Durante ésta, los jefes enfrentados cometen numerosos errores que hacen de encuentro una acción de desgaste que consume por igual a los dos bandos. No emprende ningún movimiento de proporciones. Los soldados luchan con valor en una cruenta sucesión de escaramuzas "en las que durante muchos días la victoria, como un péndulo, cambia de manera regular." (Jaramillo).
El frente de batalla se ha extendido a unos 26 km. Línea de agonía en que los ejércitos como "púgiles sin destreza" protagonizan numerosos choques cuerpo a cuerpo. La caballería no existe, o es mal utilizada. Los encuentros se dan entre pequeñas columnas de fusileros y con feroces cargas de macheteros.
El General Arboleda relata así la escasez de recursos: "No había leña (….) no teníamos herramientas, ni sacos para trincheras. Las mujeres bajaban a Girón y Bucaramanga a llevar algo de comer para todos. En los primeros días fue de aturdir la grande escasez de sal, panela, carne, agua, aguardiente, y de enloquecer la falta de descanso; mucho fue algún día para muchos, tomar por cena el desayuno con una vaso de agua, y más especialmente para aquellos que luchaban por Loma Pelada."
Serán "15 interminables días de matanzas. En una tierra reseca, árida. Los cadáveres se van amontonando y la putrefacción envenena el aire. No hay tiempo para recoger heridos, ni para enterrar los muertos, unos y otros confundidos en medio del hedor que enrarece el aire."
"Vargas Santos dirige la batalla, situado a 6 leguas del campo de operaciones y separado por un río correntoso. Todo su ordenamiento de combate es desatinado. Sus segundos, Herrera y Uribe, le solicitan concentrar fuerzas para dar golpes decisorios. Nada de esto hace, economiza sus soldados." (Flórez Álvarez). Y en unos cuantos días agota sus reservas.
En cambio los conservadores gradualmente irán recibiendo refuerzos. Día a día el General Casabianca, desde Bogotá, enviará a Pinzón nuevos destacamentos y gran cantidad de pertrechos.
El combate adquiere su clímax el 13 de mayo, cuando tres violentas cargas de Herrera y Uribe, logran destrozar y hacer retroceder los cuerpos enemigos que tienen al frente. (Villegas-Yunis)
Son despedazados los batallones de la derecha del Artillería: Cundinamarca, Palacio, Regenerador, Urdaneta y Santos. Las fuerzas conservadoras sobrevivientes de aquel choque, con gran dificultad consiguen replegarse.
Los soldados del Gobierno, caídos más allá de su línea, son rematados por los macheteros enemigos.
Lucas Caballero anota: "De parte del enemigo fue especialmente admirable la conducta del batallón artillería que mantuvo el orden de formación en la acometida nuestra del 13 de mayo en que pereció casi totalmente."
"Al atardecer el General Próspero Pinzón cree llegada la derrota." (Villegas-Yunis)."En medio del combate se apea del caballo y empieza a rezar el Rosario. Después busca al General Henrique Arboleda, su segundo, y le dice: "¡Henrique, venga a ver qué hacemos, estamos casi o completamente derrotados!". Su segundo trata de darle ánimos y monta a caballo. "Al resplandor del ocaso, los gramalotes, al mando del General Arboleda, cargan en fila cerrada, y lo se creía perdido se torna en una victoria espléndida." (Flórez Álvarez)
No obstante ésta es parcial. En Palonegro se seguirá combatiendo de día y de noche.
El día 14 se lucha muy cerca a las casas de Palonegro y en los vecinos cafetales. Los conservadores, primero ven diezmadas sus filas por un nutrido fuego enemigo, pero luego, al recibir refuerzos, se organizan y "cargan, arrollan, desalojan al enemigo del monte y el llano, de las casas de paja y la labranza, y allí establecen su punto de apoyo y resistencia; cuando crecido numero de revolucionarios con sus fusiles y machetes han salido, cargándoles de frente y por el flanco, retroceden espantados sobre su línea; se escabullen, se ocultan y todos a una rompen fuego graneado. Aquellos fusileros y macheteros que no mueren, son perseguidos y acribillados, antes de las ocho de la mañana. Allí se les cogieron dos banderas, armas, municiones, prisioneros y una mejor y más avanzada línea de combate." (Arboleda, pág. 40)
El día 15, las fuerzas gobiernistas se anotaron señalados triunfos al capturar algunas importantes posiciones enemigas. Más, no les fue posible ampliar su victoria, por estar escasos de pertrechos.
Al cerrar el día 15 -refiere Arboleda- a la media noche continuaron más vivos los asaltos de los revolucionarios.
"Veníanse agazapados por entre el monte y la maleza, sin hacer más ruido que aquel que la culebra que corre y se desliza por la hojarasca, o el del tigre astuto, que quiebra las chamizas, rondando alrededor de los toldos y sus hogueras apagadas.
"Creían acaso sorprender a nuestros soldados, y algunas veces lo consiguieron; pero éstos las más, en vela, listos al ligero ruido del monte del gatillo, como toque de alerta y atención, los esperaban a la menor distancia.
"A ruido de las descargas y sobre el fuego de los fusiles, veíanse como fantasmas, unas que huían, otras que salían de entre la loma y pasaban a ocupar los puestos de aquellos que caían; tomábanles los fusiles y los cartuchos y volvían a sus puestos en la línea.
"En ocasiones el tiro de un centinela medio dormido, que ve visiones en las sombras, despertaba a alertaba al Batallón, y se rompían los fuegos sin orden y sin objeto (….).
"Eran de oírse los insultos y vocerías estrepitosas; prodigabánselos hasta la risa; y la risa hasta el tiro certero de la muerte, como terminan las ironía del valor armado que lucha y aborrece. (Arboleda).
El 15 de mayor, por agotamiento y falta de municiones, cesan los combates generalizados, siendo reemplazados temporalmente por asaltos sorpresivos, casi siempre desfavorables a la revolución.
"Las escenas más espeluznantes, los actos de mayor heroísmo, de inaudito arrojo, de más completo desprecio por la muerte, los presenciaron estos cerros de "El Boquerón", "Rubén", y "Los Muertos". (Gómez Picón).
En uno de esos mortíferos encuentros perdió la vida, una mujer que había tomado las armas con el ejército rebelde y quien, por sus actos de valor, alcanzara el rango de oficial: Candelaria Pachón, la abanderada del Batallón Pamplona.
En el fragor de la batalla, los generales conservadores, Pinzón y Dousdebés, frecuentemente se exponen a las balas. En todo momento el General Arboleda, en su caballo de guerra, recorre el cambiante frente, animando y ordenando a sus soldados. Otro tanto hace en el campo contrario, montado en un blanco corcel, el General Uribe Uribe y Benjamín Herrera dirige en persona algunos ataques. Los grandes ausentes del campo de batalla son los generales Vargas Santos y Foción Soto (a los que ya se refiere Uribe U. como "los vejetes") quienes permanecen en el cerro de San Ignacio, río de Oro de por medio y a 4 mortales leguas de distancia de trágico escenario.
Para animar a sus hombres, el General Pinzón a veces exclamaba: "¡Hijos míos, allá está la muerte, pero vamos hacia ella con gusto porque combatimos por Dios, y El nos abrirá las puertas del cielo!"
"Y esos seres ignorantes embravecían su coraje e iban como fanáticos hacia la trinchera liberal, limite entre la vida y el cielo con sus eternas bienaventuranzas." (Flórez A.)
En cambio los Directores de la Guerra nada decían para animar a sus huestes.
Por las noches, al disminuir el fragor de los combates, el General Pinzón rezaba el Rosario con sus soldados. Y en ocasiones dirigía al Ministro de Guerra telegramas de ésta línea: "La Providencia nos ha negado otra vez la victoria" o "Solo la Divina Providencia puede salvarnos."
Empero, el General Pinzón, se considera a sí mismo como un cruzado. La batalla que se libra cerca a Bucaramanga, no es sólo contra los liberales, sino también en defensa de la soberanía e integridad nacional, amenazadas por una coalición externa en la que participan Venezuela, Ecuador, El Salvador, Nicaragua y Guatemala. Asimismo es una lucha entre el gobierno de Colombia, conservador y católico; y una serie de fuerzas extrañas que se conjuran para dar al traste con ambas filosofías.
Con frecuencia el General en Jefe hace oír su voz sobre el estruendo de los fusiles: "¡Viva la república cristiana! ¡Viva el gobierno legitimo!" Los soldados contestan: "¡Viva el General Pinzón!".
En Palonegro participa, encuadrado en el ejército liberal, un importante contingente venezolano. Algunas semanas antes, el general venezolano Peñalosa, quien se vio repudiado por Castro, al ofrecerle tardíamente su persona y hombres, hizo traspaso de todos sus efectivos humanos y en armas a los revolucionarios de aquende el Táchira. Unos mil soldados a los cuales se sumaron algunos voluntarios. Casi todos morirán en la descomunal batalla de Palonegro.
Una noche Pinzón dirigía el acostumbrado rezo del Rosario y en el horizonte se dibujaban los destellos de una tormenta eléctrica, el General de pronto grita: "¡Que vienen los venezolanos!" Ha descubierto sus ágiles y embozadas figuras recortándose contra la distante de los relámpagos. El ataque por sorpresa se convierte en un desastre, al ser recibido por una cerrada descarga de fusilería.
Por todo el frente, se suceden cargas de infantería, retrocesos, ataques de artillería, emboscadas, asaltos de macheteros….
El día 17 envió el General Pinzón al Ministro de Guerra, un desesperado telegrama diciéndole: "General Casabianca: Triunfo definitivo será del primero que reciba municiones."
Esta notificación para un hombre de los nervios del ministro, era un espolazo fulminante; al momento despachó de Bogotá ciento cincuenta cargas de pertrechos que no se detuvieron en ninguna aparte del camino sino el tiempo necesario para hacer de trecho en trecho la remuda de las acémilas; así fue que el 13 de mayo estuvo el cargamento en la plaza de La Florida y al punto comenzó la distribución." (Martínez Landines).
Aunque su línea de abastecimiento es mucho más dilatada y expuesta que la del enemigo, las fuerzas gobiernistas reciben los necesarios refuerzos; no así los revolucionarios que por una parte, han descuidado la organización de sus aprovisionamientos y por otra, ven amenazada su línea de comunicaciones por las guerrillas conservadoras. De esta manera, Casabianca, desde su despacho, va ganando la batalla logística.
"Por las fuerzas que en Palonegro se encontraron; por lo trágico y abrupto de ese escenario de cumbres desoladas, diríase que allí iba a tener lugar el fin de Colombia. Júzguese cuáles serían el coraje, el ímpetu y la desesperación de cada uno de los encuentros parciales tenían que ascender en seguida a otra cumbre. Las brechas eran tortuosas, y al subir a mula o a pie, se corría el riesgo de rodar al abismo, tanto jinete como cabalgadura (….).
"Así se peleó durante quince días, en medio de precipicios, viendo de cerca las nubes, el vuelo y el graznar de aves de rapiña que celebraban su festín." (Duque Escobar).
Por las noches atacan los negros macheteros caucanos, que luchan sin camisa para reconocerse en medio de precipicios, viendo de cerca las nubes, el vuelo y el graznar de las aves de rapiña que celebraban su festín.
Por su parte, cada noche, los conservadores se las ingeniaban para atraer algún ataque de macheteros, al cual recibían con una nutrida descarga; de tal modo que, para el 20 de mayo, Pinzón pudo anunciar al Ministro de Guerra: "….Ya no existen los famosos macheteros."
Por todas partes se ven desplantes de valor. El doctor Barberi, comenta: "Cómo no admirar la serenidad y entereza de un Raimundo Ordóñez, cura de Suratá, cuando al recibirlo yo, herido gravemente, me exclama: "¡Doctor, no se inquiete, es no es más que mi bautismo de sangre!"
El general conservador Juan Francisco Urdaneta, ve de pronto, despedazado su brazo derecho por una bala de Mánlincher. Vuela en busca de un médico, y tras someterse a una dolorosa operación, apenas tiene el brazo vendado en cabestrillo, le dice a su ayudante: "Ensilla otro caballo…" Son inútiles las suplicas y observaciones de los doctores Barbieri y García. Haciendo que le ayuden para montar, Urdaneta pica y sale despedido como un rayo hacia las lomas de Palonegro, donde lo esperan sus artilleros….
En el bando liberal las "juanas" hacen papel de improvisados médicos y enfermeras. Ellas en muchas ocasiones lucharán y morirán al lado de sus hombres. De parte del Gobierno, un pequeño contingente de capellanes, médicos voluntarios y hermanas de la caridad, hará lo humanamente posible por salvar a las victimas de feroz encuentro.
El día 25 los legitimistas emprenden una ofensiva total, atacan por el centro y las dos alas. La resistencia liberal es tenaz, pero al final de la tarde, el ejército azul domina casi todas las posiciones enemigas, con excepción de la casa de la hacienda Palonegro y sus corralejas, las que son defendidas por los rebeldes con insuperable coraje y valentía.
Entonces el General Próspero Pinzón intimó rendición a los jefes revolucionarios, pero éstos, ya virtualmente derrotados, prefirieron emprender la retirada, sin dar ninguna respuesta al jefe conservador. Al amanecer del 26, los liberales dejaron sus posiciones, emprendiendo retirada con dirección a Rionegro. Tras 16 días, con sus noches, de lucha encarnizada, sus bajas llegan a 4100, entre muertos, heridos y desaparecidos. Los legitimistas han perdido aproximadamente 4300 hombres. Aunque las cifras son imprecisas, de parte y parte.

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