viernes, 19 de septiembre de 2008

Palonegro.

La Guerra de los Mil Días
Luis Henrique Gómez Casabianca
Luishgc2005@yahoo.com
La Batalla de PalonegroEl 23 de abril de 1900, tras cinco meses de inmovilidad en Cúcuta, el ejército liberal se desplaza hacia el centro del país. Empero poco logra avanzar Vargas Santos con sus fuerzas, pues en las inmediaciones de Lebrija y Bucaramanga se encuentra frente a frente con las avanzadas del ejército conservador, el cual está decidido a cerrarle el paso.
"A fines de abril y principios de mayo -relata Martínez Landines- las fuerzas revolucionarias se movieron hacia las provincias de Soto y García Rovira y protagonizaron una serie de choques en varios puntos con los gobiernistas que se esmeraron en cortarles el camino. Las avanzadas y las guerrillas se enfrentan en Santurbán, Vetas, El Volcán, Pescadero, Los Arcos, Tona, Piedecuesta, Bucaramanga, El Romeral y San Lorenzo."
El día nueve se tiene noticia de que un contingente re volucionario ha avanzado sobre Lebrija.
El ejercito conservador emprendió marcha "por aquella cadena de páramos y alturas abruptas y salvajes que media entre Pamplona y Bucaramanga" (Martínez L). Cuando su campamento quedó establecido en Pamplona, por orden del General Casabianca, Pinzón organizó sus fuerzas para evitar toda sorpresa y también previendo la salida del enemigo, para que no lograra invadir Boyacá.
La línea de comunicaciones y aprovisionamiento del gobierno era entonces muy larga (su centro de apoyo era Bogotá); la de la revolución muy corta (su base era Cúcuta).
En los diversos puntos por donde han tratado pasar, las tropas de Vargas Santos encontraron siempre bloqueadas las abras, boquerones o pasos, por las superiores fuerzas de Pinzón; lo cual les cerró la vía a la provincia de García Rovira. Finalmente, la revolución, persiguiendo la vía Rionegro-Lebrija-Zapatoca, llegó al nudo de caminos que es la hacienda de Palonegr o.
Manda en las huestes conservadoras el prestigioso General Próspero Pinzón, secundado por el General Henrique Arboleda. En tanto las fuerzas liberales tienen a Vargas Santos como "generalísimo" y como jefes principales a los Generales Uribe Uribe, Benjamín Herrera, Rosario Díaz, Eugenio Sarmiento, Luís Ulloa, Rafael Leal y Horacio Díaz.
En las filas conservadoras se cuentan, entre otros, el General Arturo Dousdebés, el ayudante Eduardo Briceño, hijo del General Manuel Briceño, los Generales Ramón Acevedo, Luís María Gómez, Juan Francisco Urdaneta, Lázaro Riascos, el coronel Jesús María Sosa y muchos más.
Acerca de los efectivos no hay precisión. Al inicio de la batalla el coronel Flórez Álvarez calcula 7000 rebeldes y 9000 legitimistas. Según Henrique Arboleda, fueron 14000 rebeldes y 11443 legitimistas.
El General Casabianca siempre juzgó que el ejército liberal reunido en Palonegro ascendía a 8000 hombres. Uribe Uribe afirma que eran 7000. Según otro cálculo de Flórez Álvarez, las hostilidades pudieron iniciarse entre unos 6000 rebeldes y 9000 legitimistas; cifra que ascendería en el transcurso del enfrentamiento a 18875 conservadores y unos 7000 liberales. Atrás, en Cúcuta, ha dejado Vargas Santos unos 800 efectivos con el encargo de defender la plaza.
Los liberales llevan consigo varios cañones. Uno o dos traído de Venezuela por Foción Soto y cuatro más (con sus respectivos proyectiles de hierro), fabricados en Bucaramanga por unos ingenieros españoles.
"Palonegro es una arrugada meseta cortada en todas direcciones por zanjas y montículos. No es lugar favorable para una batalla." Allí se encuentra Vargas Santos con el ejército del General Pinzón. Y como señala Flórez Álvarez, "le toca aceptar el combate (…) lo elemental debiera ser que busque un terreno favorable a sus movimientos y coloque sus tropas en plan de batalla; no hace ni lo uno ni lo otro. Coloca en una extensa línea de cerca de 20 km -desde San Ignacio hasta Lebrija- su reducido ejército de 7500 hombres, sin dejar claros y sin que detrás de ellos sea posible ubicar las reservas indispensables. Esta prolongada línea es vulnerable en todas sus partes y su debilidad la deja amenazada de un rompimiento.
"A una línea tan dilatada y fácilmente vulnerable como la adoptada por Vargas Santos, Próspero Pinzón Le opone una similar. Fácilmente hubiera podido concentrar su tropa, romper la línea enemiga y destruir rápidamente a los liberales." (Villegas -Yunis).
El 11 de mayo se inicia la descomunal batalla.
Durante ésta, los jefes enfrentados cometen numerosos errores que hacen de encuentro una acción de desgaste que consume por igual a los dos bandos. No emprende ningún movimiento de proporciones. Los soldados luchan con valor en una cruenta sucesión de escaramuzas "en las que durante muchos días la victoria, como un péndulo, cambia de manera regular." (Jaramillo).
El frente de batalla se ha extendido a unos 26 km. Línea de agonía en que los ejércitos como "púgiles sin destreza" protagonizan numerosos choques cuerpo a cuerpo. La caballería no existe, o es mal utilizada. Los encuentros se dan entre pequeñas columnas de fusileros y con feroces cargas de macheteros.
El General Arboleda relata así la escasez de recursos: "No había leña (….) no teníamos herramientas, ni sacos para trincheras. Las mujeres bajaban a Girón y Bucaramanga a llevar algo de comer para todos. En los primeros días fue de aturdir la grande escasez de sal, panela, carne, agua, aguardiente, y de enloquecer la falta de descanso; mucho fue algún día para muchos, tomar por cena el desayuno con una vaso de agua, y más especialmente para aquellos que luchaban por Loma Pelada."
Serán "15 interminables días de matanzas. En una tierra reseca, árida. Los cadáveres se van amontonando y la putrefacción envenena el aire. No hay tiempo para recoger heridos, ni para enterrar los muertos, unos y otros confundidos en medio del hedor que enrarece el aire."
"Vargas Santos dirige la batalla, situado a 6 leguas del campo de operaciones y separado por un río correntoso. Todo su ordenamiento de combate es desatinado. Sus segundos, Herrera y Uribe, le solicitan concentrar fuerzas para dar golpes decisorios. Nada de esto hace, economiza sus soldados." (Flórez Álvarez). Y en unos cuantos días agota sus reservas.
En cambio los conservadores gradualmente irán recibiendo refuerzos. Día a día el General Casabianca, desde Bogotá, enviará a Pinzón nuevos destacamentos y gran cantidad de pertrechos.
El combate adquiere su clímax el 13 de mayo, cuando tres violentas cargas de Herrera y Uribe, logran destrozar y hacer retroceder los cuerpos enemigos que tienen al frente. (Villegas-Yunis)
Son despedazados los batallones de la derecha del Artillería: Cundinamarca, Palacio, Regenerador, Urdaneta y Santos. Las fuerzas conservadoras sobrevivientes de aquel choque, con gran dificultad consiguen replegarse.
Los soldados del Gobierno, caídos más allá de su línea, son rematados por los macheteros enemigos.
Lucas Caballero anota: "De parte del enemigo fue especialmente admirable la conducta del batallón artillería que mantuvo el orden de formación en la acometida nuestra del 13 de mayo en que pereció casi totalmente."
"Al atardecer el General Próspero Pinzón cree llegada la derrota." (Villegas-Yunis)."En medio del combate se apea del caballo y empieza a rezar el Rosario. Después busca al General Henrique Arboleda, su segundo, y le dice: "¡Henrique, venga a ver qué hacemos, estamos casi o completamente derrotados!". Su segundo trata de darle ánimos y monta a caballo. "Al resplandor del ocaso, los gramalotes, al mando del General Arboleda, cargan en fila cerrada, y lo se creía perdido se torna en una victoria espléndida." (Flórez Álvarez)
No obstante ésta es parcial. En Palonegro se seguirá combatiendo de día y de noche.
El día 14 se lucha muy cerca a las casas de Palonegro y en los vecinos cafetales. Los conservadores, primero ven diezmadas sus filas por un nutrido fuego enemigo, pero luego, al recibir refuerzos, se organizan y "cargan, arrollan, desalojan al enemigo del monte y el llano, de las casas de paja y la labranza, y allí establecen su punto de apoyo y resistencia; cuando crecido numero de revolucionarios con sus fusiles y machetes han salido, cargándoles de frente y por el flanco, retroceden espantados sobre su línea; se escabullen, se ocultan y todos a una rompen fuego graneado. Aquellos fusileros y macheteros que no mueren, son perseguidos y acribillados, antes de las ocho de la mañana. Allí se les cogieron dos banderas, armas, municiones, prisioneros y una mejor y más avanzada línea de combate." (Arboleda, pág. 40)
El día 15, las fuerzas gobiernistas se anotaron señalados triunfos al capturar algunas importantes posiciones enemigas. Más, no les fue posible ampliar su victoria, por estar escasos de pertrechos.
Al cerrar el día 15 -refiere Arboleda- a la media noche continuaron más vivos los asaltos de los revolucionarios.
"Veníanse agazapados por entre el monte y la maleza, sin hacer más ruido que aquel que la culebra que corre y se desliza por la hojarasca, o el del tigre astuto, que quiebra las chamizas, rondando alrededor de los toldos y sus hogueras apagadas.
"Creían acaso sorprender a nuestros soldados, y algunas veces lo consiguieron; pero éstos las más, en vela, listos al ligero ruido del monte del gatillo, como toque de alerta y atención, los esperaban a la menor distancia.
"A ruido de las descargas y sobre el fuego de los fusiles, veíanse como fantasmas, unas que huían, otras que salían de entre la loma y pasaban a ocupar los puestos de aquellos que caían; tomábanles los fusiles y los cartuchos y volvían a sus puestos en la línea.
"En ocasiones el tiro de un centinela medio dormido, que ve visiones en las sombras, despertaba a alertaba al Batallón, y se rompían los fuegos sin orden y sin objeto (….).
"Eran de oírse los insultos y vocerías estrepitosas; prodigabánselos hasta la risa; y la risa hasta el tiro certero de la muerte, como terminan las ironía del valor armado que lucha y aborrece. (Arboleda).
El 15 de mayor, por agotamiento y falta de municiones, cesan los combates generalizados, siendo reemplazados temporalmente por asaltos sorpresivos, casi siempre desfavorables a la revolución.
"Las escenas más espeluznantes, los actos de mayor heroísmo, de inaudito arrojo, de más completo desprecio por la muerte, los presenciaron estos cerros de "El Boquerón", "Rubén", y "Los Muertos". (Gómez Picón).
En uno de esos mortíferos encuentros perdió la vida, una mujer que había tomado las armas con el ejército rebelde y quien, por sus actos de valor, alcanzara el rango de oficial: Candelaria Pachón, la abanderada del Batallón Pamplona.
En el fragor de la batalla, los generales conservadores, Pinzón y Dousdebés, frecuentemente se exponen a las balas. En todo momento el General Arboleda, en su caballo de guerra, recorre el cambiante frente, animando y ordenando a sus soldados. Otro tanto hace en el campo contrario, montado en un blanco corcel, el General Uribe Uribe y Benjamín Herrera dirige en persona algunos ataques. Los grandes ausentes del campo de batalla son los generales Vargas Santos y Foción Soto (a los que ya se refiere Uribe U. como "los vejetes") quienes permanecen en el cerro de San Ignacio, río de Oro de por medio y a 4 mortales leguas de distancia de trágico escenario.
Para animar a sus hombres, el General Pinzón a veces exclamaba: "¡Hijos míos, allá está la muerte, pero vamos hacia ella con gusto porque combatimos por Dios, y El nos abrirá las puertas del cielo!"
"Y esos seres ignorantes embravecían su coraje e iban como fanáticos hacia la trinchera liberal, limite entre la vida y el cielo con sus eternas bienaventuranzas." (Flórez A.)
En cambio los Directores de la Guerra nada decían para animar a sus huestes.
Por las noches, al disminuir el fragor de los combates, el General Pinzón rezaba el Rosario con sus soldados. Y en ocasiones dirigía al Ministro de Guerra telegramas de ésta línea: "La Providencia nos ha negado otra vez la victoria" o "Solo la Divina Providencia puede salvarnos."
Empero, el General Pinzón, se considera a sí mismo como un cruzado. La batalla que se libra cerca a Bucaramanga, no es sólo contra los liberales, sino también en defensa de la soberanía e integridad nacional, amenazadas por una coalición externa en la que participan Venezuela, Ecuador, El Salvador, Nicaragua y Guatemala. Asimismo es una lucha entre el gobierno de Colombia, conservador y católico; y una serie de fuerzas extrañas que se conjuran para dar al traste con ambas filosofías.
Con frecuencia el General en Jefe hace oír su voz sobre el estruendo de los fusiles: "¡Viva la república cristiana! ¡Viva el gobierno legitimo!" Los soldados contestan: "¡Viva el General Pinzón!".
En Palonegro participa, encuadrado en el ejército liberal, un importante contingente venezolano. Algunas semanas antes, el general venezolano Peñalosa, quien se vio repudiado por Castro, al ofrecerle tardíamente su persona y hombres, hizo traspaso de todos sus efectivos humanos y en armas a los revolucionarios de aquende el Táchira. Unos mil soldados a los cuales se sumaron algunos voluntarios. Casi todos morirán en la descomunal batalla de Palonegro.
Una noche Pinzón dirigía el acostumbrado rezo del Rosario y en el horizonte se dibujaban los destellos de una tormenta eléctrica, el General de pronto grita: "¡Que vienen los venezolanos!" Ha descubierto sus ágiles y embozadas figuras recortándose contra la distante de los relámpagos. El ataque por sorpresa se convierte en un desastre, al ser recibido por una cerrada descarga de fusilería.
Por todo el frente, se suceden cargas de infantería, retrocesos, ataques de artillería, emboscadas, asaltos de macheteros….
El día 17 envió el General Pinzón al Ministro de Guerra, un desesperado telegrama diciéndole: "General Casabianca: Triunfo definitivo será del primero que reciba municiones."
Esta notificación para un hombre de los nervios del ministro, era un espolazo fulminante; al momento despachó de Bogotá ciento cincuenta cargas de pertrechos que no se detuvieron en ninguna aparte del camino sino el tiempo necesario para hacer de trecho en trecho la remuda de las acémilas; así fue que el 13 de mayo estuvo el cargamento en la plaza de La Florida y al punto comenzó la distribución." (Martínez Landines).
Aunque su línea de abastecimiento es mucho más dilatada y expuesta que la del enemigo, las fuerzas gobiernistas reciben los necesarios refuerzos; no así los revolucionarios que por una parte, han descuidado la organización de sus aprovisionamientos y por otra, ven amenazada su línea de comunicaciones por las guerrillas conservadoras. De esta manera, Casabianca, desde su despacho, va ganando la batalla logística.
"Por las fuerzas que en Palonegro se encontraron; por lo trágico y abrupto de ese escenario de cumbres desoladas, diríase que allí iba a tener lugar el fin de Colombia. Júzguese cuáles serían el coraje, el ímpetu y la desesperación de cada uno de los encuentros parciales tenían que ascender en seguida a otra cumbre. Las brechas eran tortuosas, y al subir a mula o a pie, se corría el riesgo de rodar al abismo, tanto jinete como cabalgadura (….).
"Así se peleó durante quince días, en medio de precipicios, viendo de cerca las nubes, el vuelo y el graznar de aves de rapiña que celebraban su festín." (Duque Escobar).
Por las noches atacan los negros macheteros caucanos, que luchan sin camisa para reconocerse en medio de precipicios, viendo de cerca las nubes, el vuelo y el graznar de las aves de rapiña que celebraban su festín.
Por su parte, cada noche, los conservadores se las ingeniaban para atraer algún ataque de macheteros, al cual recibían con una nutrida descarga; de tal modo que, para el 20 de mayo, Pinzón pudo anunciar al Ministro de Guerra: "….Ya no existen los famosos macheteros."
Por todas partes se ven desplantes de valor. El doctor Barberi, comenta: "Cómo no admirar la serenidad y entereza de un Raimundo Ordóñez, cura de Suratá, cuando al recibirlo yo, herido gravemente, me exclama: "¡Doctor, no se inquiete, es no es más que mi bautismo de sangre!"
El general conservador Juan Francisco Urdaneta, ve de pronto, despedazado su brazo derecho por una bala de Mánlincher. Vuela en busca de un médico, y tras someterse a una dolorosa operación, apenas tiene el brazo vendado en cabestrillo, le dice a su ayudante: "Ensilla otro caballo…" Son inútiles las suplicas y observaciones de los doctores Barbieri y García. Haciendo que le ayuden para montar, Urdaneta pica y sale despedido como un rayo hacia las lomas de Palonegro, donde lo esperan sus artilleros….
En el bando liberal las "juanas" hacen papel de improvisados médicos y enfermeras. Ellas en muchas ocasiones lucharán y morirán al lado de sus hombres. De parte del Gobierno, un pequeño contingente de capellanes, médicos voluntarios y hermanas de la caridad, hará lo humanamente posible por salvar a las victimas de feroz encuentro.
El día 25 los legitimistas emprenden una ofensiva total, atacan por el centro y las dos alas. La resistencia liberal es tenaz, pero al final de la tarde, el ejército azul domina casi todas las posiciones enemigas, con excepción de la casa de la hacienda Palonegro y sus corralejas, las que son defendidas por los rebeldes con insuperable coraje y valentía.
Entonces el General Próspero Pinzón intimó rendición a los jefes revolucionarios, pero éstos, ya virtualmente derrotados, prefirieron emprender la retirada, sin dar ninguna respuesta al jefe conservador. Al amanecer del 26, los liberales dejaron sus posiciones, emprendiendo retirada con dirección a Rionegro. Tras 16 días, con sus noches, de lucha encarnizada, sus bajas llegan a 4100, entre muertos, heridos y desaparecidos. Los legitimistas han perdido aproximadamente 4300 hombres. Aunque las cifras son imprecisas, de parte y parte.

Deas, Malcom. “Las memorias de los generales: apuntes para una historiografía de la guerra”. En: Gonzalo Sánchez- Mario Aguilera (Editores). Memoria d

Nota biográfica del autor:

Malcom Deas nació en Charminster, Inglaterra, en 1941. Obtuvo el pregrado en historia moderna de la Universidad de Oxford. A finales del 1963, como muchos otros europeos, llegó por primera vez a Colombia. Desde este momento Deas va a construir una entrañable relación con latino América y en especial, con Colombia. Deas es miembro fundador del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Oxford. Ha publicado un gran número de ensayos sobre la historia de Colombia, pero también de Argentina, Venezuela y Ecuador. Entre sus más recientes trabajos sobre historia de Colombia aparecen: Del poder de la gramática (1993) y Dos ensayos especulativos sobre la violencia en Colombia (1995), en compañía de Fernando Gaitán Daza. Deas, es uno de los más importantes historiadores de nuestro país; miembro de la Academia Colombiana de Historia y hace algún tiempo condecorado con la Cruz de Boyacá. Se puede decir, que Malcom Deas, es uno de los más importantes analistas de nuestra realidad histórica, y que ha demostrado un profundo compromiso con esta disciplina.

Resumen:

Este ensayo ofrece un repaso historiográfico de lo que se ha escrito sobre la Guerra de los Mil Días, y la manera como se han elaborado estos textos. Se interesa principalmente por buscar los rasgos más característicos del género de las memorias, en su mayoría escritas por los directores de la guerra. Deas, hace una mención de algunas de los más relevantes textos para la historiografía de ésta guerra, pero se sumerge en el análisis de las memorias de los generales; de las cuales extrae algunas características compartidas. “Existen una serie de temas que aparecen recurrentemente, como, los largos listados de valientes camaradas que perecieron y no merecen el olvido. Mientras que también hay temas que prácticamente son inexistentes o tocados marginalmente, como es el caso de la salud y la logística ciudadana.”[1]

Revisión del contenido y análisis:


Malcom Deas muestra cuales son las principales obras que han trabajado el tema de la Guerra de los Mil Días, entre las que se encuentran: el trabajo de Charles Bergquist Café y Conflicto en Colombia; el texto de Jorge Villegas y José Yunis, La guerra de los Mil Días; el libro de Carlos Eduardo Jaramillo, Los guerrilleros del novecientos, entre muchos otros. Todos, textos que han logrados investigaciones históricas que han reconstruido y analizado la guerra con la claridad que da el paso del tiempo, pero a pesar de los aportes que estos textos le han hecho a la historiografía, el autor explica la importancia de volver los ojos a algunos de los textos escritos por protagonistas de este episodio. Y explica el autor: “La Guerra de los Mil Días produjo cierto numero de memorias formales, escritas por sus protagonistas, algunos de ellos figuras prominentes a nivel nacional, otros participantes con menos pretensiones. No han sido muy estudiadas. Las contribuciones venezolanas y panameñas, por ejemplo, son muy poco conocidas en nuestro medio.”[2]

Deas explica que muchas de las más importantes memorias escritas por participantes de la guerra coinciden con el renacimiento del liberalismo en la década de 1930; y en su mayoría destilan un aire a reivindicación de la actuación del liberalismo durante los pasajes de la guerra, y dice Deas: “La mayoría, como suelen ser el caso de las memorias militares en cualquier parte, tienen la tendencia a atenuar la confusión de la guerra, a presentar estrategias ponderadas, escalafones bien enumerados, maniobras más o menos racionales. Se trata desde luego de la eterna y necesaria vanidad profesional, sin la cual nadie hace el esfuerzo, en primer lugar, de guerrear, y luego de historiar la guerra”[3]

Según el autor, los temas recurrentes en las memorias son: los listados de combatientes muertos en batalla, mientras que hay temas que son tratados de manera poco profunda como es el caso de la salud y la logística cotidiana. Según el autor, ninguna de estas memorias son textos que merezcan el calificativo de obra clásica; en su mayoría son difíciles de leer y de entender y ninguna presenta una narración impecable; pero el valor que tienen las memorias debe ser reconocido por el historiador: “son testimonio de protagonistas: el historiador debe recordar que con todas sus limitaciones ellos sí estaban presentes, y él no. sus mentes son mentes de la época, su modo de expresarse, la selección de los recuerdos, lo que ellos enfatizan y lo que no les llama la atención, son parte de la historia”[4].Los temas que el autor resalta como los más importantes, y los que más le llamaron la atención, fueron: las rivalidades entre los jefes, la diplomacia colombiana y la búsqueda de apoyos internacionales; la guerra a la colombiana; la historia de las fuerzas navales y la fabricación de héroes.

LA RIVALIDAD ENTRE LOS JEFES: Lo primero que se debe aclarar es que las más agudas rivalidades se hacen evidentes principalmente en las filas liberales. La emulación y las rivalidades se dan principalmente en los territorios de Santander y la costa, entre los más notables jefes del liberalismo (Uribe Uribe, Benjamín Herrera, Justo, L. Durán y Vargas Santos). En las memorias se hace evidente, la empatía y la apatía del que escribió las memorias. Esta empatía y apatía se entiende entre personajes en conflicto. Las memorias escritas por Lucas Caballero tienden a Glorificar a Herrera, pues Caballero fue seguidor de éste y por supuesto, se expresa un reclamo hacía Uribe Uribe. Por el contrario, pasa a la inversa con Max Grillo, quien fue el seguidor de Uribe Uribe. Las memorias están construidas en esa dinámica. Vanagloriar a su jefe inmediato y cuestionar a su declarado rival. Deas resalta el valor literario e histórico de las memorias escritas por Belisario Porras, Memorias de las campañas en el Istmo.1900.

LOS APOYOS INTERNACIONAL: Uno de los temas más importantes para entender el desenvolvimiento del enfrentamiento armado, es el asunto de la consecución de recursos -a lo cual Porras brindó un importante aporte-. Con éste fin, tuvieron importante relevancia los gobiernos de los países aliados. –Sobre todo en el caso del liberalismo-. Las tres zonas que cobran mayor importancia son: Venezuela, Ecuador y Estados Unidos. Las dos primera a través de sus gobiernos, y la ultima, mediante los activistas liberales que estaban empeñados a la tarea de conseguir recursos. En este tema aparecen relacionados los distintos presidentes y la manera en que aportaron en el conflicto, los más importantes son: Manuel Estrada Cabrera, de Guatemala; Eloy Alfaro, del Ecuador; Cipriano Castro, de Venezuela y José Santos Zelaya, de Nicaragua.

GUERRA A LA COLOMBIANA Y GUERRA A LA VENEZOLANA: La colaboración que recibió Cipriano Castro de liberalismo colombiano le ayudó a tomar el poder en Venezuela. Y si se hace un análisis comparativo con el fin de establecer cuales eran las diferencias, tal vez la más sobresaliente sea, la dificultad para tomarse la ciudades en la guerra colombiana; en Venezuela el ejército revolucionario marchó hacia la capital y en cuestión de tres enfrentamientos ocuparon el poder; en Colombia la cosa fue distinta, mucho fue el costo que tuvo tomarse cualquier ciudad, puesto, poblado, pueblo etc...

LAS FUERZAS FLUVIALES Y NAVALES: Este es quizá el tema menos trabajado de las memorias, pero sin embargo, fue el más determinante en el campo de batalla. Hay asuntos poco tratados por la historiografía sobre la guerra, como es el caso de la guerra en el Río Magdalena. Asunto que merece mucha atención por que fue uno de los puntos centrales que determinaron al triunfador de la guerra. La batalla de los Obispos aseguró el dominio del río a favor del gobierno, y esta fue una de las estrategias más importantes para detentar el poder en sus manos. Dos de los elementos que aparecen en casi todas las memoria a manera de obsesión, son parque y buques, el problema para conseguirlos y lo importante que era tener armas, municiones y algún navío. El gobierno resolvió el asunto de los buques con el famoso Boyacá y el crucero el Bogotá, para el caso liberal, son el Momotombo, prestado por Nicaragua y el almirante Padilla. Otros de los más importantes navíos de guerra fueron los barcos de la marina norteamericana, ya que aquí se firmaron los acuerdos de paz: el Philadelphia y el Wisconsin. Deas resalta la necesidad de explorar este vació historiográfico, ya que es de notable importancia para entender el desarrollo de la guerra.

Los otros dos intertítulos que el autor trabajo fueron: MOTIVOS HÉROES Y CELEBRACIONES, en el que se expresan los rituales de la guerra, del cual resalto esta pequeña frase “en las memorias se busca lo personal y lo telúrico, las motivaciones de sus autores, sus emociones, las escenas que ellos recuerdan”[5]. Y finalmente concluye con MEMORIA Y MEMORIAS, en el que se expresa que, el primer vació que se encuentra en las memorias es la ausencia, casi total de lo correspondiente a la logística ciudadana y la salud, así como la escasez de documento y narraciones escritas por los conservadores. Otro de los baches más notables, son las relaciones y documentos que den cuenta de los manejos administrativos del Estado en este periodo de conflicto.

Crítica y conclusión: este ensayo es un excelente paneo sobre las más representativas obras de la historiografía de la Guerra de los Mil Días. Extrae importantes rasgos generales que habitan en el género de las memorias, que quizás sea la forma más común que tomaron los documento con mayor valor histórico, ya que nos permiten acercarnos al desarrollo de la guerra. En este sentido considero que es un importante texto para sentar las bases de una futura investigación. En cuanto a sus vacíos, considero que su principal falencia se encuentra precisamente donde el autor resalta los vacíos historiográficos, primero, porque en el caso de la guerra por agua. El autor no hace un análisis de lo que se ha escrito a este respecto, simplemente se limita a advertir la carencia de investigaciones en este ámbito, pero no propone un posible camino para abordarlo. Por otra parte, esta el tema de los rituales de la guerra y la creación de héroes, aquí también se expresa un enorme vació en el texto, ya que se limita a presentar apartes de algunas de las memorias y no hace un análisis hermenéutico de las implicaciones de esto. Por lo que realmente se pude decir que deja cabos sueltos, que son aproximaciones, que en mi caso despiertan interés, pero que el texto no hace ningún aporte a estos dos últimos temas.







[1] Ibíd. Pág. 127
[2]Ibíd. Pág. 126
[3]Ibíd.
[4]Ibíd.
[5] Ibíd. Pág. 132

Reseña: Escobar Guzmán, Brenda. La Guerra de los Mil Días vista a través de las memorias. En: “Ganarse el cielo defendiendo la religión. Guerras civil

Resumen: La Guerra de los Mil Días se presenta como una de los conflictos civiles y políticos más prolongados y sangrientos en la historia de Colombia. A su ves, se encuentra enmarcado en un momento histórico particular, y como tal, representa un hecho de transición y transformación en la vida política del país. El siglo XIX es un periodo de agitadas transformación en la consolidación de nuestra Republica: la independencia, la patria boba, la Gran Colombia, la Nueva Granada, la Republica Liberal, la hegemonía Conservadora, y para finalizar esta larga lista de formas políticas que estuvieron sucedidas y atravesadas por complicados momentos de agitación y guerras: la Guerra de los Mil Días sucedida por la perdida de panamá.

La Guerra de los Mil Días no es sólo un conflicto de carácter político, pues si bien es un conflicto bipartidista, en su interior, estallan problemas sociales, como el conflicto por la tierra entre campesinos y colonos en las regiones del Tolima, y otros elementos como el déficit fiscal que presentó la caída mundial en los precios del café –primer producto de la economía interna- y la devolución de la moneda. Frente a un suceso tan largo, y de tan compleja naturaleza. Nuestra historiografía a priorizado la construcción del suceso a partir de la perspectiva de las memoria de los grandes dirigentes de la guerra. En este sentido, Brenda Escobar realiza sus tesis de grado[1]; haciendo un cuidadoso análisis de la historiografía de las memorias de la guerra.

Brenda Escobar hace un importante aporte con respecto a este tema: establece una clasificación de las memorias; sistematizándolas de la siguiente manera: una primera oleada, que corresponde a las memorias de la primera década del siglo XX; y, una segunda oleada, en la década de los años treinta. Las primeras están llenas de acusaciones, reclamos, declaraciones, rectificaciones y respuestas entre las principales figuras de la guerra. Lo que se explica por las divisiones internas de los partidos. Este primer grupo de memorias se extienden hasta la primera década después de finalizada la guerra. La segunda oleada, aparecen durante los años treintas y cuarentas, y sus narraciones obedecen a una reorientación histórica de lo que fue el conflicto, en primera instancia por el advenimiento al poder de los liberales, que se ensañaron en rectificar lo que se había construido como memoria histórica de la guerra. Era una especie de rectificación histórica que se sostenía, que la guerra había rendido sus frutos treinta años después con el triunfo electoral entorno al prócer liberal Olaya Herrera. A propósito de esto Escobar apunta: “los liberales parecen tener pretensión de reescribir el pasado para construir una nueva memoria colectiva, una nueva historia nacional que sea coherente con los intereses del nuevo gobierno. Ellos deben construir un nuevo “nosotros”, una nueva nación que sea liberal. Para ello revisan el pasado y exaltan de él los momentos que más se vinculen con su historia”[2].

Revisión de contenido y análisis: El marco conceptual y teórico desde el que la autora aborda este problema, es proporcionado por la noción de memoria como testigo o fuente, elaborado por Hayden White[3]: “la narración surge del deseo de que los acontecimientos reales revelen coherencia, integridad, plenitud y cierre de una imagen de la vida que es y sólo puede ser imaginada (…) cada narrativa, por aparentemente “completa” que sea, se construye sobre la base de un conjunto de acontecimientos que pudieron haber sido incluidos pero se dejaron fuera”[4]. De esta manera, la autora elabora una definición para su problema de estudio:“Las memorias es una narración de acontecimientos del pasado en los cuales el autor ha participado. Ahora bien, como es una narración, los acontecimientos contados tienen un determinado orden: memoria dispone de acontecimientos por etapas (inicio, nodo y desenlace)”[5]. Y continua: “la narración así como la historia nunca conseguirán informar sobre los hechos tal cual sucedieron, ni podrán hacer un relato total del pasado (…) en las memorias el autor hace parte integral de la narración, se ubica en el centro de ella”[6]. También utiliza conceptos y aportes de Michel Desertau y Pierre Bourdieu.

Valga la pena aclarar, que según lo anterior el carácter absolutamente subjetivo de la memoria presenta un problema para la manera de acercase a la fuente ya que esta, como lo explica la autora: “la memoria acentúa y agudiza algunos recuerdos, que corresponden a acontecimientos de épocas distintas, los acumula después sobre un momento determinado”. Lo que implica acercarse a este material de una manera critica. En este punto es preciso cuestionarse la valides de este tipo de documentos. Pero a esto nos responde la autora lo siguiente: “aunque estas memorias sean propias de testigos presénciales y sus versiones se hayan instituido como verdades a fuerza de repetición, son una fuente que se debe leer críticamente, teniendo en cuenta todos estos factores para poder valorar lo que allí se afirma.”[7]

Esta investigación es un valioso aporte en la revisión del material de lo que se ha escrito acerca de esta guerra; y el establecimiento de las dos corrientes encontradas permite ubicar el tipo de material que podamos hallar posteriormente. Considero, que es uno de los textos claves de la investigación que me propongo por que permite establecer algunos rumbos hacia los cuales pude caminar esta necesidad de decantar curiosidades. Finalmente tomemos la conclusión que la autora arrojo tras su investigación: “vemos, pues, que la Guerra de los Mil Días es un episodio que ha sido contado de muchas maneras. Lo importante no es mirar cual de ellas es verdadera, sino percatarse de la manera como la historia juega con determinados hitos para adaptarlos cada vez a nuevos presentes. Las diferentes versiones de las memorias son producto de la situación particular desde la que ese suceso se observe, de los intereses de cada época, de los partidos, de los bandos de los partidos”[8]
[1] Este trabajo es inicialmente la tesis de pregrado en Historia de Brenda Escobar, pero se presenta un resúmen en el compendio de investigaciones sobre Guerras Civiles y religión realizadas por un grupo de investigadores de la Universidad Nacional cede Medellín.
[2] B,Escobar. Op. Cit. 474
[3] El texto del cual la autora extrae los aportes de Hayden White es: White, Hayden. El contenido de la forma. Narrativa, discurso y representación histórica. Barcelona. 1992
[4] Ibíd.
[5] Brenda Escobar. La guerra de los mil días vista a través de las memorias. EN: Ganarse el cielo defendiendo la religión. Guerras civiles en Colombia, 1840-1902.Pág. 466
[6] Ibíd. Pág. 470
[7] Ibíd. Pág. 475
[8] Ibíd. Pág. 477

LA GUERRA DE LOS MIL DÍAS: TRAS LAS HUELLAS DEL SOLDADO SIN ROSTRO.

La relación del historiador con lo vivido, es decir
con la posibilidad de revivir o de “resucitar” un pasado.
Quiere restaurar lo olvidado y encontrar a los hombres
a través de las huellas que han dejado.
Implica además un genero literario propio: el relato.
Michel De Certau

Planteamiento del problema

La Guerra de los Mil Días se encuentra ubicada en el umbral entre el siglo XIX y el XX. Su principal valor histórico consiste en concebirla como un momento de transición, en donde cambia la forma de hacer la guerra. Es la última guerra del siglo XIX y la primera del XX. A partir de ella, se modifica la tradicional forma de la guerra civil en Colombia: será la ultima guerra en la que se vieron pasar los grandes ejércitos regulares. Pero a su vez hay que tener en cuenta otros factores de transformación que se ven adscritos a ella: la perdida de Panamá (1903); la creación de un ejército profesional y, la necesidad de tomar medidas políticas y económicas para controlar la desventurada inflación.

Al estudiar la Guerra de los Mil Días es posible internarse en los imaginarios y costumbres que se tejen alrededor del campo de batalla. Pretendo observar la forma como ha sido historiado, lo que de ella se ha escrito, pero a su vez, buscar las fuentes primarias que me permitan indagar esté hecho desde la perspectiva de los estudios subalternos.

La Guerra de los Mil Días es entendida como el conflicto más largo y sangriento de nuestra historia nacional. Se proclamó el 17 de Octubre de 1899: Mil ciento dieciocho días de combate duró este episodio que terminó en los meses de octubre y noviembre de 1902. Los años finales del siglo XIX Colombia vivía la transformación de un gobierno federal a uno centralista, proyecto político que se conoce como la Regeneración, cuyas bases están sentadas en la Constitución de 1886 bajo el gobierno de Rafael Núñez. Este fue un proyecto liderado por el conservatismo y los sectores más tradicionales de la oligarquía colombiana. Lo que enfrentó a los dos partidos tradicionales de nuestro país: liberales y conservadores. Bajo estos gobiernos, el país cayo en una complicada crisis económica que azuzó el descontento en sectores populares y en dirigentes de la oposición. El liberalismo se agolpó en torno a tres generales: Benjamín Herrera, Gabriel Vargas y Rafael Uribe Uribe y se lanzó a la guerra.

En este sentido mi interés esta dirigido a buscar otras voces históricas, aquellas que han sido marginadas por no pertenecer al grupo de notables o dirigentes; mi intención es hallar relatos de sujetos corrientes, de soldados rasos, de comandantes sin prestigio, de dirigentes guerrilleros. Por esto tomaré dos preguntas centrales: ¿Cómo relatan la guerra otros sujetos distintos a los grandes directores? ¿cómo vivieron la guerra personajes que nos gozaban de prestigio?. Estas preguntas serán el hilo conductor que articule mis intereses y mi discurso sobre la guerra. En este sentido, es posible que los documentos que correspondan a este planteamiento estén ubicados en zonas como el Tolima y el Cauca, ya que fue allí donde se dieron los principales brotes de movimientos guerrilleros compuestos por campesinos.

Estado del arte

La Guerra de los Mil Días configura uno de los más aterradores pasajes de nuestra larga historia de guerras civiles. Al entrar a analizar un hecho histórico como este: de larga duración y sobre el cual se ha elaborado un largo listado de investigaciones, es necesario establecer cuales son las principales corrientes de investigación que lo han abordado. Las dos corrientes más fuertes son: la que corresponde a los estudios elaborados desde la perspectiva de la economía política y, por otra parte, los trabajos realizados sobre las memorias de los generales de la guerra. En menor medida, existen algunos trabajos que observan la guerra en relación a la perdida de Panamá, así como también trabajos sobre movimientos guerrilleros que actuaron durante la contienda.

Un gran numero de trabajos estudiados parten de indagar sus antecedentes y raíces. En su mayoría toman dos sucesos como referentes importantes de estudiar: en primera instancia, el impacto causado por la Constitución de 1886 conocida como la Regeneración. Según un trabajo de Fernán Gonzáles[1], dicho conflicto se dio a causa de las dificultades que propuso el enfrentamiento entre: un modelo de sociedad y de Estado, impuesto por los gobiernos Regeneracionistas; y la realidad social, cultural y geográfica de los pobladores del territorio colombiano. La tradición socio-política se tuvo que adaptar al sistema político centralista que impuso la nueva Constitución; lo que generó un malestar en los poderes regionales que se oponían a este intento. De la misma manera Charles Bergquist[2], coincide en que el punto de quiebre en la vida política del siglo XIX se da con el triunfo de un liberal converso: Rafael Núñez. “en 1885 los liberales perdieron el control de la política a favor de los conservadores; la perspectiva liberal fue rechazada y se hizo dominante en el país una filosofía económica y política de corte conservador, acorde con el regreso del país a una economía agraria relativamente cerrada”[3]. La nueva Constitución también tuvo un impacto político importante de reseñar: la exclusión de los distintos sectores políticos y sociales, y la feroz persecución a cualquier forma de oposición, incluso, una creciente burocracia que hizo del Estado un negocio que favorecía los intereses de los amigos del gobierno.

Otros investigadores, han relacionado este viraje constitucional con las razones que llevaron a que se presentaran movimientos disidentes que veían en la guerra el único camino para modificar la realidad. En 1895 se levantó un foco de insubordinados que se declararon en guerra contra el gobierno central. El gobierno de Miguel Antonio Caro se enfrentó a los ejércitos liberales. Este suceso también alberga algunas de las razones de la Guerra de los Mil Días.

Caro, había sido elegido presidente tras la muerte de Núñez; se le nombró presidente electo para el periodo de 1892-1898, pero en busca de la reelección tuvo que renunciar un año y medio antes, “La guerra del 95 la ganó Caro, pero esto, paradójicamente, le significo la perdida del poder. La Constitución establecía que sí el presidente quería presentarse a reelección para el periodo inmediatamente siguiente, que era de seis años, debía dejar el poder año y medio antes de la elección”[4] procurando no inhabilitarse dejó la presidencia en manos del general Quintero Calderón; quien pretendió conciliar a los dos sectores del conservatismo en pugna; los Nacionalistas, encabezados por Caro y los históricos. Esto obligó a Caro a retomar el poder a pesar de perder la posibilidad de reelección. Al quedar al margen de las siguientes elecciones, Caro propuso a dos ancianos para retener el poder; eligió como presidente al señor Manuel Antonio Sanclemente de 85 años y de vicepresidente a José Joaquín Marroquín de 71 años. Esta descripción permite observar las intrigas políticas que llevaron al Estado a un momento de crisis e inestabilidad, lo cual sin duda alguna, impulsó la confrontación armada.

El gobierno se encontraba dividió en dos facciones: Marroquín abogó por los históricos y Sanclemente fue el títere de Caro. Los problemas de salud de Sanclemente dieron paso a que Marroquín tomara las riendas del Estado. Marroquín impulsó algunas reformas en beneficio de los históricos, por ejemplo, la abolición de la ley de los caballos[5]; pero los nacionalistas dieron la pelea y restauraron a Sanclemente como presidente. El anciano tomó posesión del cargo y se radicó en Anapóima; nombró ministros y asesores a gusto de Caro y las reformas presentadas por Marroquín se echaron para atrás.

Las elecciones de 1898 fueron contundentes. Los candidatos liberales Miguel Samper y Foción Soto perdieron: 1606 votos por Sanclemente y 320 por Samper[6]. Estas elecciones son vistas por muchos investigadores como el germen de la guerra, ya que fue la gota que rebosó la copa, El sistema electoral era claramente desigual. El liberalismo se sentía no sólo excluido políticamente sino también robado en estas elecciones, y estaba reducido a dos curules en el congreso y una en la Cámara.

Esto atizó los ánimos guerreristas de los sectores políticos que se sentían marginados. En septiembre de 1899 el veterano General Gabriel Vargas Santos tomó la dirección de la guerra. Al interior del Partido Liberal emergía una nueva generación de intrépidos y belicistas: Rafael Uribe Uribe, Paulo Villar y Renón Figueredo entre otros. El liberalismo también se encontraba dividido; los pacifistas encabezados por Aquileo Parra, y los guerreristas. El 17 de Octubre de 1899 se proclamó la guerra.

Como dije anteriormente, una de las más importantes corrientes teóricas que atraviesa la investigación de ésta guerra, es la que se ocupa de la realidad económica que vivía el país. Los principales representantes de esta corriente son: Charles Bergquist, Fernán Gonzáles y Marco Palacios, quienes han estudiado la problemática económica del país, poniendo especial énfasis en el comportamiento del café y la devaluación de la moneda nacional.

A mediados de 1899, el país cayó en la más desastrosa situación económica. Una profunda crisis fiscal que debe ser entendida por dos factores determinantes: La caída en el precio internacional del café y la devaluación de la moneda. El café representaba el 70% de la economía exportadora: “el café colombiano en Nueva York bajó de 15 centavos de dólar la libra en 1896, a 8.5 centavos en 1899”[7]. El gobierno buscó equilibrar el presupuesto emitiendo papel moneda sin ningún sustento en la reserva del Banco Nacional, por lo que, la caída del peso fue inevitable: “el cambio de pesos por dólares que en mayo estaba en 200%, subió en julio a más de 500% y se estableció, por ese año, en 450%”[8]. Esta crisis económica agudizó las contradicciones. Se dieron despidos masivos de empleados públicos, lo que generó un descontento que terminó por decretar prudencia para los periódicos y medida de aseguramiento contra los principales lideres del liberalismo. El Estado entró en legislación extraordinaria.

Sobre el desarrollo de la guerra
Tras las dificultades que implicaba tomar el camino de la guerra el liberalismo logró ponerse deacuerdo, se iba a la guerra pero el problema era con qué[9]. Según la historiografía del tema, la guerra se divide en dos momentos: la guerra regular de caballeros y la guerra de guerrillas[10]. En un primer momento se formaron grandes ejércitos, pero tras las derrotas del ejército revolucionario se optó por una guerra irregular de guerrillas. “La guerra regular de los Generales-Caballeros”[11], nos habla de la formación de ejércitos de grandes magnitudes, dirigidos por importantes dirigentes del Partido Liberal; los tres lideres en torno a los cuales se dividió el poder del liberalismo fueron: Benjamín Herrera, Justo. L. Durán y Rafael Uribe Uribe, entre los cuales existieron insondables diferencias que se expresan en las memorias de la guerra[12]. Muy posiblemente el punto de quiebre en el que el liberalismo se ve obligado a enfrentar la guerra mediante la forma irregular o la guerra de guerrillas, sea la derrota en la sangrienta batalla de Palonegro.

Palonegro fue una de las batallas más larga y sangrientas de nuestra historia: 15 días con sus respectivas noches de combate. La palestra se inundo por el hedor de los cientos de cadáveres: “Más de mil quinientos liberales y mil gobiernistas murieron. Quedaron heridos 4.882”[13]. el ejercito liberal quedó cojeando, mal herido y cansado: se apagó el fervor de la revolución. No tuvo otro camino que optar por la guerra de guerrillas: “la opción de las guerrillas no fue decisión del liberalismo, sino el único recurso que le quedó después de la Palonegro”[14]. Esta batalla dio paso a la etapa final de la contienda: la guerra de guerrillas. Los generales Uribe y Herrera se retiraron hacía las fronteras en busca de apoyo de los gobiernos vecinos[15]. Uribe marchó a buscar apoyo en el gobierno liberal de Venezuela, mientras Benjamín Herrera se tomó el Departamento de Panamá. Los gobiernos de Ecuador, Venezuela y Nicaragua fueron el principal apoyo de los ejércitos revolucionarios.

Después de la derrota liberal en Santander la mayoría de las acciones de guerra fue producto de la actividad guerrillera[16] en el centro del país, especialmente en el Valle del Magdalena, “desde Honda hasta Neiva, con las vertientes cordilleranas que lo circundan, llegando por el oriente hasta el pie de monte llanero y por el occidente hasta las cercanías de Popayán.[17] Estas regiones tuvieron un poblamiento tardío y una colonización de carácter aluvional, donde las poblaciones mostraban un fragmentación social y una precaria presencia del Estado, así como también aparece un avance de los latifundios de frontera; lo que terminara por sembrar un profundo conflicto entre colonizadores y pobladores.

Con el aparente triunfo del gobierno se intensificó la persecución de los liberales y la guerra tomó un rumbo más sangriento y oscuro. Aparecieron nuevos lideres populares, sobre todo en las regiones de Tolima y el Cauca: el negro Marín, Tulio Barón y Avelino Rosas[18] entre otros, quienes fueron temerarios combatientes que actuaban en pequeños grupos mediante estrategias irregulares como emboscadas y sin armas regulares. Ramón Marín y Tulio Barón fueron famosos por sus cuadrillas de macheteros que incursionaban mientras los ejércitos del gobierno descansaban. En su momento estos personajes representaron una esperanza para la guerra liberal. Le dieron innumerable triunfos e infundieron ánimos guerrilleros y libertarios en las poblaciones donde tenían influencia; y lograron formar grandes fuerzas populares. “las guerrillas fueron constituidas principalmente por iletrados del campo, campesinos sin tierra, pequeños propietarios y colonos, trabajadores independientes, negros de las dos costas, indios de la Guajira, sur del Tolima, del Cauca y Panamá.”[19]

Finalmente, un tercer periodo de la guerra es lo que se conoce como la firma de acuerdos y la consecución de la paz. Esto debe ser visto a la luz de lo que fue la pérdida de Panamá[20]. El 24 de octubre de 1902, a través del tratado de Neriland. El general Rafael Uribe Uribe y el general Juan B. Tovar firmaron un acuerdo de cese de hostilidades. El convenio declaraba lo siguiente: “los que depongan las armas en virtud de lo convenido en este acto. No podrán en ningún tiempo ser perseguidos, juzgados ni penados por considerarse cabecillas de expediciones organizadas en países extranjeros”. Al mes siguiente, el 12 de noviembre en el acorazado Winsconsin se firmó la paz definitiva, en el que se acordó: “exclusiva competencia del poder judicial para promover y hacer efectivas responsabilidades por delitos comunes”. Y el 21 de noviembre en Chinacóta se firma el tercer acuerdo entre el general Ramón Gonzáles Valencia y el general Gabriel Vargas Santos. A los cuatro días se expedía el decreto de amnistía a quienes habían tomado parte en la rebelión. En julio de 1903 se levanto el Estado de sitió.

Marco teórico

Como dije en primer momento una de las corrientes teóricas que guiarán esta investigación será lo que se conoce como historia desde abajo[21] o Estudios subalternos: A finales del siglo XX historiadores de diversos países e intereses, empezaron a explorar la posibilidad de abordar otro tipo de fuentes, documentos que le dieran un enfoque social y económico al hecho. Edward Thompson en 1966, fue quien acuño el término de historia desde abajo[22]. La propuesta de Thompson está dirigida, no sólo a rescatar otro tipo de actores y testigos del pasado, sino a entender al pasado mismo, y al personaje en su tiempo. Lo que implica hacer uso de otro tipo de fuentes que la historia clásica ha marginado.

Para este trabajo es necesario desenterrar el significado de algunos conceptos, como por ejemplo, el genero de memorias. Este tema esta trabajado en el texto de Brenda Escobar[23]. Según la autora las memorias se conciben como: “Las memorias son una narración de acontecimientos del pasado en los cuales el autor ha participado. Ahora bien, como es una narración, los acontecimientos contados tienen un determinado orden: la memoria dispone de acontecimientos por etapas (inicio, nodo y desenlace)”[24]. Y continua: “la narración así como la historia nunca conseguirán informar sobre los hechos tal cual sucedieron, ni podrán hacer un relato total del pasado (…) en las memorias el autor hace parte integral de la narración, se ubica en el centro de ella (…) la memoria acentúa y agudiza algunos recuerdos, que corresponden a acontecimientos de épocas distintas, los acumula después sobre un momento determinado”. De esta manera, es necesario acercarse a este tipo de fuente desde una perspectiva crítica. Estas memorias han ocupado un importante lugar en la reconstrucción histórica, por lo que de alguna manera, estamos ante relatos que muchas veces tienen intereses particulares que van más allá de informar. A propósito de esto, Escobar escribe: “aunque estas memorias sean propias de testigos presénciales y sus versiones se hayan instituido como verdades a fuerza de repetición, son una fuente que se debe leer críticamente, teniendo en cuenta todos estos factores para poder valorar lo que allí se afirma.”[25]

Otro de los aportes de Escobar a nuestro tema, es la caracterización de las tendencias que se expresan en las memorias, y explica: “vemos, pues, que la Guerra de los Mil Días es un episodio que ha sido contado de muchas maneras. Lo importante no es mirar cuál de ellas es verdadera, sino percatarse de la manera como la historia juega con determinados hitos para adaptarlos cada vez a nuevos presentes. Las diferentes versiones de las memorias son producto de la situación particular desde la que ese suceso se observe, de los intereses de cada época, de los partidos, de los bandos de los partidos”[26]. Según esto, la autora establece dos momentos en que aparecen las memorias: una primera oleada, que corresponde a las memorias de la primera década del siglo XX; y, una segunda oleada, en la década de los años treinta. Las primeras están llenas de acusaciones, reclamos, declaraciones, rectificaciones y respuestas entre las principales figuras de la guerra. Lo que se explica por las divisiones internas de los partidos. Este primer grupo de memorias se extienden hasta la primera década después de finalizada la guerra. La segunda oleada, aparece durante los años treintas y cuarentas, y sus narraciones obedecen a una reorientación histórica de lo que fue la guerra, en primera instancia por el advenimiento al poder de los liberales, que se ensañaron en rectificar lo que se había construido como memoria histórica de la guerra. Era una especie de rectificación histórica que se sostenía, que la guerra había rendido sus frutos treinta años después con el triunfo electoral entorno al prócer liberal Olaya Herrera. A propósito de esto Escobar apunta: “los liberales parecen tener pretensión de reescribir el pasado para construir una nueva memoria colectiva, una nueva historia nacional que sea coherente con los intereses del nuevo gobierno. Ellos deben construir un nuevo “nosotros”, una nueva nación que sea liberal. Para ello revisan el pasado y exaltan de él los momentos que más se vinculen con su historia”[27].

La historia, concebida como una construcción discursiva que implica, inevitablemente, una actividad política, como lo explica De Certeau: “la historiografía se apoya como ultimo recurso en un poder político que se distingue efectivamente del pasado y de la totalidad de la sociedad. El “hacer historia” se apoya en un poder político que crea un lugar propio (ciudad, Nación etc.) Donde un querer puede y debe escribir (construir) un sistema (razón que organiza practicas) (…) el poder debe legitimarse, otorgando a la fuerza que lo vuelve efectivo una autoridad que lo haga creíble”[28].

Objetivos generales y específicos

Este trabajo de investigación pretende desenterrar otras versiones de la guerra; revindicar testimonios ocultos que me permitan hacer una lectura de la guerra no sólo desde sus implicaciones políticas o económicas; asuntos que son tratados por las elites que se han encargado de contar el desarrollo de la guerra, sino también relacionar este suceso bélico con una historia social, que haga una lectura de las formas culturales que se arraigan en el pensamiento popular y así, dedicarle atención a otras formas de vivir la guerra. Pensar los ritos que ésta encierra, las representaciones que de ella tienen sectores marginales de la sociedad. Se buscan narraciones menos metafóricas y mistificadas a la luz de de los grandes clásicos de la literatura; se pretende darle cabida a percepciones menos elaboradas e intencionales. Para esto, es necesario hacer una profunda búsqueda de archivo en procura de memorias que sean acordes con el planteamiento del problema.

Diseño del trabajo de archivo y metodología

En un trabajo propuesto por Aída Martinez[29], la autora presenta una lectura de la guerra basada en testimonios de sus protagonistas. El principal aporte de este trabajo es la investigación de fuentes que la autora desarrolla. De aquí tomamos algunos nombres y referencias de archivo que, aunque son hipotéticos, arrojan un haz de luz sobre el lugar donde habitan un sin numero de voces a la espera de ser escuchadas. De esta manera presentare algunos nombres con su respectiva ubicación:

Aníbal Pinzón[30]
Adolfo Ariza Quiñónez[31]
Antonio Bustos Valenzuela[32]
Paulo Emilio Villamizar.[33]
Bernardo Rodríguez[34]
Buenaventura Gómez[35]
Ismael de J. Olarte[36]
José Rosario Díaz[37]
Antonio Vicente Rueda[38]
Pastor Navas[39]

Como es evidente este trabajo requiere de una ardua investigación de archivo, pero a su vez exige de una operación crítica que estructure y sistematice la manera como serán abordas las fuentes; con este fin, tomaré algunas palabras de Michel Foucault, donde propone una manera de abordar el problema histórico: “Quien (..) quiere tratar un ‘problema’ surgido en un momento determinado, debe seguir otras reglas: elección del material en función de los datos del problema; focalización del análisis sobre elementos susceptibles de resolverlo; establecimiento de las relaciones que permiten esta solución”[40]. De todas formas creo que el cuestionario a las fuentes y los items que deben tener debe ser realizado cuando ya se haya analizado una determinada cantidad de material.





Bibliografía

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[1] González, Fernán. “De la guerra regular de los ‘Generales-Caballeros’ A la guerra popular de los guerrilleros.”. En: Gonzalo Sánchez-Mario Aguilera (Editores). Memoria de un país en guerra. Los Mil Días 1899-1902. Planeta. Bogotá. 2001. Pág. 107-122.
[2] Vale la pena aclarar que este es uno de los más importantes trabajos sobre el tema; es concebido como pionero en el estudio histórico desde la perspectiva de la economía política.
[3] Bergquist, Charles. Café y Conflicto en Colombia. 1886-1910. La guerra de los Mil Días: sus antecedentes y consecuencias. Fondo Rotatorio de Publicaciones FAES, Medellín.1981. Pág. 8
[4] Pardo Rueda, Rafael. Historia de las guerras. Editorial B Colombia. Bogotá. 2004 pág 338
[5] Así se le llamó a la ley de censura de prensa.
[6] Esta cifra es tomada del texto de Rueda. Ibíd. 339
[7] Rueda Opcit. Pág. 345
[8] Ibíd. Pag 340
[9] En las diferentes memorias escritas sobre la guerra se resalta el problema de la consecución de armas y recursos para sobrellevar la campaña. Vease el texto de Caballero, Lucas. Memorias de la Guerra de los Mil Días. El Ancora Editores. Bogotá 1980. En el que recurrentemente se habla de las dificultades en la consecución de recursos. Incluso muchos de los investigadores contemporáneos mencionan este problema, por ejemplo, el texto de Cardona, Jorge. “Un siglo pasado por las armas”. En: Magazín del Espectador. 17 Octubre de 1999
[10] Sobre esto ver los texto de Fernán Gonzales. Opcit, así como también se encuentra reseñado en le texto de Bergquist. Opcit.
[11] Tal y como aparece en el texto de Gonzales. Opcit.
[12] Ver el texto de Escobar, Brenda. “La guerra de los mil días vista a través de las memorias”. EN: Ganarse el cielo defendiendo la religión. Guerras civiles en Colombia, 1840-1902. UNIBIBLOS. Bogota. 2005
[13] Rueda. Opcit Pág 354
[14] Ibít
[15] valga decir, que este es otro de los temas recurrentes tanto en las memorias como en las investigaciones contemporáneas de la guerra: el tema del apoyo de los vecinos
[16] con respecto a este tema ver el libro de Jaramillo Eduardo, Carlos. Los guerrilleros del novecientos. Editorial Presencia. Bogotá. 1991
[17] Gozales. Opcit. Pág. 116
[18] sobre este personaje vease el texto: Ponce Muriel, Álvaro De Clérigos y generales. Crónicas sobre la Guerra de los Mil Días”. Panamericana. Bogotá. 2000.
[19] Gonzales. Opcit. Pág. 117
[20] sobre este tema ver los textos de Fischer, Thomas. “Desarrollo hacía afuera y revoluciones en Colombia, 1850-1910” y “De la Guerra de los Mil Días a la perdida de Panamá”. En: Gonzalo Sánchez y Mario Aguilera (Editores). Memoria de un país en guerra. Los Mil Días 1899-1902.Editorial Planeta. Bogotá. 2001. y Santos Molano, Enrique. 1903 Adiós Panamá. Villegas Editores. Colombia. 2004

[21] Ver el trabajo de Sharpe, Jim. “Historia desde abajo”. En: Burke, Peter. Formas de hacer historia. Alianza Editorial. Madrid. 1996
[22] Edward Thompson “History from de Below”en: The Times Literary Suplement. 7 de abril de 1966.
[23] Escobar, B. Opcit.
[24] Ibíd. Pág. 466
[25] Ibíd. Pág. 475
[26] Ibíd. Pág. 477
[27] Ibíd. Pág. 474
[28] De Certeau, Michel. “Escritura de la historia”. Edición y producciones La Galera. Paris. 1978. Pág. 20
[29] Martínez Carreño. Aída. La Guerra de los Mil Días. Testimonios de sus protagonistas. Planeta. 1999
[30] AGN, Mindefensa, Veteranos de la Guerra de los Mil Días, Caja 516, Exp. 971.
[31] AGN, Mindefensa, Veteranos de la Guerra de Los Mil Días Caja 51, Expe. 1360
[32] AGN, Mindefensa, Veteranos de la Guerra de los Mil Días, Caja 150, Exp. 142
[33] AGN, Mindefensa, Veteranos de la Guerra de los Mil Días, Caja 4546, Exp. 244
[34] AGN, Mindefensa, Veteranos de la Guerra de los Mil Días, Caja 51, Exp. 1360.
[35] AGN, Mindefensa, Veteranos de la Guerra de los Mil Días, Caja 273, Exp. 66
[36] AGN, Mindefensa, Veteranos de la Guerra de los Mil Días, Caja 453, Exp. 96
[37] AGN, Mindefensa, Veteranos de la Guerra de los Mil Días, Caja 272, Exp. 663
[38] AGN, Mindefensa, Veteranos de la Guerra de los Mil Días, Caja 596, Exp. 1810
[39] AGN, Mindefensa, Veteranos de la Guerra de los Mil Días, Caja 442, Exp. 103
[40] Foucault, Michel. “el polvo y la nube”. En: Léonard; Jacques; Agulhon; Maurice; Ginzburg, Carlo Et Al. La imposible prisión. Debate con Michel Foucault. Cuadernos Anagrama. Barcelona. 1980. Pág. 42